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Mudras para relajar el cuerpo
Profesor de chikung, taichí y educación corporal
Las manos son una seña de identidad del ser humano. Constituyen la parte del cuerpo, después de la cara, que más utilizamos en la vida diaria.
Desde levantar las sábanas para salir de la cama, darse la ducha matinal, prepararnos el desayuno, abrocharnos los botones de la camisa, atarnos los cordones de los zapatos, hasta abrir la puerta -por nombrar los momentos después del despertar-, todo precisa de las manos.
La vida se trasluce en las manos. Vistas de cerca son un paisaje singular con sus montes, su gran depresión central, sus valles fluviales, surcados de incidentes y adornos, o líneas puras y finas como una escritura.
Una mirada a las manos nos descubre los surcos del quehacer diario. Esas huellas pueden ser leídas como una memoria vital o de alguna herencia genética más lejana.
Desde la sanación hasta la liberación de la espalda, pasando por la respiración relajante, las manos guardan muchos secretos del buen vivir.
Si las comprendemos y sentimos con cariño, entenderemos nuestra vida a través de ellas y, en su humildad, nos mostrarán un mundo que se despliega lleno de posibilidades y promesas.
Aunque aparentemente podamos aislar el movimiento de un dedo, rara vez sucede así: cualquier movimiento de la mano tiene su inicio lejos de ella.
El origen de la información que permite el movimiento se sitúa en el cerebro. Es el resultado de la conjugación de una parte electromagnética del cuerpo: el sistema nervioso; y otra mecánica: los músculos.
La orden se inicia en el interior de la médula espinal, va a través de la nuca y las vértebras, desciende alrededor y entre los huesos y músculos del hombro y baja por los brazos y las muñecas hasta activar las manos.
Los nervios controlan el movimiento y transportan la información sensorial de ida y vuelta al cerebro. Si la información que llega a la mano se bloquea o se desequilibra habrá un bloqueo o desequilibrio en cualquiera de los caminos que esta toma.
Los músicos que, como los guitarristas, utilizan sus dedos con admirable destreza, saben que cualquier movimiento, por pequeño que sea, pasa por el centro de gravedad del cuerpo. El movimiento de los dedos, físicamente, pasa por la pelvis.
Los músculos trapecios y dorsales de la espalda se articulan al brazo, por un lado, y a las lumbares y al sacro, por el otro. Si estos no están colocados correctamente, al trabajar con las manos, a la larga aparece el dolor en la zona lumbar.
Para superar las posiciones desfavorables para el cuerpo, lo mejor es practicar cualquiera de los métodos gimnásticos terapéuticos: Feldenkrais, Alexander, Eutonía, cos-art o Pilar Domínguez, entre otros. O tomar una clase de danza release, la cual permite una buena coordinación sin esfuerzo, tonifica los músculos y además es divertida, un factor muy importante después de un día de trabajo agotador.
Si el tiempo apremia y no tenemos ninguna escuela cercana donde aprender, podemos caminar hacia el trabajo y soltar brazos y manos al ritmo que marcan los pies, la pelvis y la espalda. Esta forma de andar, si sincronizamos bien todo el cuerpo, despeja la espalda y la libera.
Cuando intentemos agarrar un objeto con las manos o realizar una acción con ellas, deberemos relajar los hombros. El hombro contraído no libera la mano, constriñe las cervicales y el espacio posterior superior del pulmón, modificando la respiración, lo cual unido a la tensión que se va acumulando produce dolor en la nuca o en la parte superior de la espalda.
Un buen ejemplo de ello es el trabajo en el ordenador: Si lo que vemos en la pantalla requiere mucha atención y nos tensa, teclearemos con demasiada fuerza o cogeremos el ratón con más potencia de la debida, lo que puede producir tendinitis en el antebrazo y trasladar la tensión a la zona cervical. Con lo cual obturamos la comunicación y mermamos la capacidad de trabajo.
Al entrenar los dedos y la mano, abrimos la relación del cuerpo con la mente, de las extremidades superiores con las partes que le corresponden en el cerebro, y aprendemos a desbloquear sus conductos.
Cualquier acción que necesite de la mano, y son la mayoría, si está libre de tensiones, activa los neurotransmisores produciendo un despertar mental.
Entrenar las manos es entrenar el cerebro, proporcionarle información sobre nuestro cuerpo y sobre lo que se relaciona con él: el Universo.
Volver a realizar trabajos artesanos como tejer, hacer ganchillo, coser, trabajar el huerto o las macetas del balcón, cocinar, modelar con fango o pintar son ejercicios ideales para recuperar el valor y la cercanía al cuerpo a través de las manos y liberarnos de la presión continua que se realiza sobre la mente.
Si al bebé le ofrecemos un dedo, enrolla su minúscula mano alrededor de él y sentimos su fuerza inusitada. Investiga el mundo a través de la fuerza de la mano.
Aún no conoce la destreza, pero sí experimenta que un objeto es aprehensible y a partir de ahí comienza a reconocer su calor, la textura, si es liso o rugoso; más tarde experimentará si tiene peso o no; si está ligado a la tierra como un árbol, posee movimiento autónomo como un gato o es inerte como un mueble.
Tanto en el bebé como en el relojero, que con una lente de aumento manipula las pequeñas piezas para formar el maravilloso reloj, la comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo se ejecuta más fácil y eficazmente en las manos. El motivo es que la han entrenado más.
Un ejercicio sencillo para abrir espacios en el cerebro a través de las manos consiste en entrecruzar los dedos de las manos sin pensar. Si lo efectuamos un par de veces veremos que el pulgar que queda frente a nosotros siempre pertenece a la misma mano.
Intentemos entrecruzarlos cambiando el orden: si el pulgar derecho es el que siempre quedaba delante del cuerpo, ahora los entrecruzamos para que sea el izquierdo. A partir de ese cambio de tendencia, podemos dejar cada vez más dedos sin cruzar, empezando por los meñiques.
No hay una mano apta para todas las habilidades, ni otra torpe por la práctica monótona de trabajos vulgares. Ninguna es mejor que otra.
La mano izquierda, aunque designe el lado siniestro y con ello quede marcada como inferior, es capaz de adiestrarse para desempeñar los deberes de la derecha. Se somete a esta para posibilitar la destreza general, posee sus mismas aptitudes pero renuncia a ellas en provecho de todo el cuerpo.
Las manos no constituyen una pareja de hermanas gemelas pasivamente idénticas, ni tampoco se distinguen por ser una mejor que otra, como dos niñas con dones desiguales.
La derecha sin la izquierda sería huérfana. Porque en el violín es la mano izquierda quien toca las notas al atacar directamente las cuerdas, mientras que la derecha, por intermedio del arco, solo propaga la melodía.
Aprender movimientos cotidianos sencillos, como cepillarnos los dientes, abrir una puerta o comer sopa con la mano izquierda nos reconcilia con la mano que menos utilizamos y le devuelve su valor. Tómese el tiempo para enseñarle, nadie aprende el primer día.
Además de la destreza, las manos poseen cualidades que van más allá de los sentidos, entran de lleno en el campo energético, sin merma de su valor práctico.
Los chinos, antiguamente, energetizaban el cuerpo a través del masaje a las manos que se realizaba con dos nueces redondas del tamaño de una lima. Ambas se colocan en la palma de una misma mano y se mueven en círculos, una alrededor de otra, a través del movimiento circular de los dedos. Tanto en sentido de las agujas del reloj como en el contrario. Eran las precursoras de las bolas metálicas chinas que conocemos.
La reflexología, la digitopuntura, el juego de las bolas chinas, el reiki o los mudras son técnicas que a partir de la fuerza y energía de las manos influyen en el ser humano. Se utilizan como terapias para sanarlo, prevenir enfermedades y acercarlo a su espiritualidad.
llse Middendorf, creadora de la terapia respiratoria, dice: "Las manos reflejan nuestro estado de ánimo, las estiramos al inspirar y las relajamos al espirar. A través de ellas podemos dirigir la fuerza de la respiración hacia nosotros o hacia otros. Son extraordinariamente expresivas y pueden estimular o relajar a placer".
Estas prácticas no difieren sensiblemente de las que proponen los mudras: gestos corporales que permiten canalizar la energía a través del cuerpo y facilitar la sanación física y emocional. Se utilizan en yoga y en diferentes tipos de meditación budista.
Para ejercitarlos no es necesaria gran habilidad, sino práctica. Debido a su diferente cualidad, es recomendable practicarlos una vez al día entre 3 y 45 minutos.
Se practican de rodillas en el suelo, o sentándose con las piernas cómodamente cruzadas.
Tere Puig, profesora de yoga
Tere Puig, profesora de yoga
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